jueves, 7 de septiembre de 2017

La infelicidad de los homosexuales

La comunidad gay como factor de estrés y acoso 
Y lo peor es que a ese estrés y ese trauma contribuye decisivamente la misma comunidad gay, explica Hobbes en una de las partes más interesantes de su estudio.

Veamos dos testimonios muy expresivos.

Uno es el de Adam, actualmente en proceso de rehabilitación de sexoadicción: “Sales del armario como una mariposa de la crisálida y es la comunidad gay la que te arranca el idealismo a bofetadas”. Cuando Adam decidió empezar su vida homosexual, se fue a vivir a West Hollywood, ciudad gay del condado de Los Ángeles: “Pensaba que ahí estaba mi gente. Pero fue realmente horrible. Sales de casa de mamá para meterte en un club gay con un montón de gente drogándose.  Y te planteas: ¿esta es mi comunidad? Es como una jodida jungla”.

Otro es el de Paul: “Salí del armario cuando tenía 17, y no encontré mi lugar en el mundo gay. Yo quería enamorarme como había visto en las películas a las parejas heterosexuales. Pero solo me sentí como un pedazo de carne. Me sentía tan mal que iba a comprar a un supermercado a 40 minutos de mi casa, en vez de a uno que estaba solo a 10, para no pasar por la calle gay”.

“Para otras minorías”, razona Hobbes, “vivir en comunidad con gente como ellos está ligado a índices más bajos de ansiedad y depresión. Te ayuda estar junto a gente que instintivamente te comprende. Pero, en nuestro caso, el efecto es el contrario. Numerosos estudios han encontrado que vivir en un entorno gay es un factor predictor de mayores índices de prácticas sexuales de riesgo y drogas y de dedicar menos tiempo que otras comunidades a actividades como el voluntariado o la práctica deportiva. Un estudio de 2009 sugería que los gays más vinculados a la comunidad gay estaban menos satisfechos con sus relaciones románticas”.


Una escena de West Side Story (1961), de Robert Wise y Jerome Robbins e interpretación estelar de Natalie Wood. Una película donde la concentración vital de la minoría portorriqueña disminuye el estrés emocional, algo que, según Hobbes, no ocurre en el ámbito de la minoría gay.

¿Por qué la hostilidad entre gays? 
“Los gays no son precisamente amables unos con otros”, dice John, según su experiencia vital. Y lo corrobora, desde el punto de vista profesional, John Pachankis, investigador sobre el estrés en la Universidad de Yale: “Los gays hablan de la comunidad gay como un significativo factor de estrés en su vida”.

Michael Hobbes añade su propio testimonio como gay: “Todos los gays que conozco conservan un historial mental de todas las guarradas que otros gays les han dicho o hecho”.


Asociaciones homosexuales en todo el mundo han iniciado campañas de prevención contra la violencia doméstica en el ámbito de las parejas gay.

¿Por qué? Hobbes aporta dos razones, en las que coinciden los expertos y homosexuales que cita.

Primera, que un gay es, a fin de cuenta, un hombre, y “los desafíos de la masculinidad se magnifican en una comunidad de hombres”, dice Pachankis.

Según Dane Whicker, psicólogo clínico e investigador en la Universidad de Duke, la mayor parte de los gay dicen que quieren salir con alguien masculino, y que a ellos mismos les gustaría ser más masculinos.

Hobbes dice que esto también puede deberse a lo que él considera “homofobia internalizada”, es decir, “los gay femeninos están estereotipados como la pareja receptora en el sexo anal”.

Martin y Grant cuentan cómo, sintiéndose afeminados, modulaban su voz y forzaban los gestos para resultar más masculinos en el seno de la comunidad gay.

Según un estudio que cita Hobbes, los gays femeninos tienen mayor riesgo de suicidio, soledad y enfermedad mental, y los gays masculinos mayor riesgo de ansiedad, prácticas sexuales de riesgo y consumo de tabaco y drogas.

La segunda razón por la cual, dice Hobbes “la comunidad gay actúa como un factor de estrés específico para sus miembros” no tiene que ver con el “por qué” se rechazan unos a otros, sino con el “cómo”.

En el año 2000, solo el 20% de las parejas gay se conocían por internet; hoy son el 70%, básicamente mediante aplicaciones de contactos. En ese periodo de tiempo, las parejas que se han conocido a través de amigos han pasado del 30% al 12%. Según la aplicación Grindr, la más popular, sus usuarios pasan 90 minutos de media al día en ella. Paul admite pasar 10 horas en la aplicación por cada hora que pasa tomando algo con alguien o ligando.

“Para muchos de nosotros”, admite Hobbes, “se ha convertido en la vía principal con la que interactuamos con otras personas gay”, pero con el agravante de que estas aplicaciones “están casi perfectamente diseñadas para subrayar nuestras propias creencias negativas sobre nosotros mismos”. Hobbes cita varios testimonios de gays que cuentan los hirientes desprecios que han sufrido de parte de otros usuarios por no satisfacer las expectativas.

No solo favorecen los estereotipos de belleza física masculina, sino que hacen descansar en ellos la única razón de las relaciones. Alan Downs, psicólogo autor de libros sobre la integración social de los gays, y gay él mismo, lo expresa sin ambages: “Queremos tener un hombre tras otro, más músculos, más estatus, todo lo que nos supone valoración social. Entonces nos despertamos teniendo 40 años, exhaustos, y nos preguntamos: ¿esto era todo? Y entonces llega la depresión”.

Adam, el afeminado y sexoadicto anteriormente citado, superaba su “sentimiento de distancia” con los demás mediante “montones y montones de sexo”: “En la comunidad gay”, dice, “es nuestro recurso más accesible. Te convences a ti mismo de que si tienen sexo con alguien, estás teniendo un momento íntimo”.

Buscando amor, no solo sexo
Porque las personas con atracción por el mismo sexo desean, en el fondo, lo mismo que cualquier otra persona. Es el caso de James: “En la televisión veía todas esas familias tradicionales, y al mismo tiempo veía toneladas de porno, donde todo el mundo estaba musculado y soltero y tenía sexo a todas horas. Así que pensé que esas eran mis dos opciones: o ese cuento de hadas que nunca tendría, o la vida gay en la que no había romanticismo alguno”.

Ese descubrimiento lo hizo James en 2007. Hobbes confiesa que él experimentó algo parecido en 1992. Perry Halkitis, profesor en la Universidad de Nueva York e investigador del mundo gay y también él gay, y tío de James, en 1977. Las situaciones sociales de aceptación en esos tres momentos de un intervalo de treinta años eran muy distintas. La desazón, la misma.

¿Asumir esa desazón, sin más? 
El reportaje concluye con una frase lapidaria de Paul: “Los gays siempre nos dijimos a nosotros mismos que estaríamos bien en cuanto se superase la epidemia de sida. Luego, que estaríamos bien en cuanto pudiésemos casarnos. Ahora, que estaremos bien en cuanto acabe el bullying [acoso]. Seguimos esperando ese momento en el que sentiremos que no somos diferentes a los demás. Pero el hecho es que somos diferentes. Es solo cuestión de tiempo que lo aceptemos y convivamos con ello”.

Es la derrotista conclusión de un reportaje escrito por un gay, en un medio afín a la causa gay, citando abundantes testimonios de gays y estudios psicológicos y epidemiológicos realizados por gays o especializados en la comunidad gay. Hobbes tampoco aporta soluciones, más allá de genéricas referencias a avances en la comprensión del fenómeno. Y el hecho de que cierre su análisis con la frase de Paul sugiere que hace suya esa desazón. Lo que hace aún más inexplicable la hostilidad del lobby gay a quienes, como Richard Cohen o Joseph Nicolosi, han ofrecido, incluso a quienes no desean abandonar ese estilo de vida, una ventana de esperanza.

 http://www.religionenlibertad.com/periodista-gay-senala-vida-ambiente-homosexuales-como-56366.htm

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