lunes, 12 de septiembre de 2016

La sexualización de la infancia

Expertos, psicólogos, médicos, educadores y organizaciones de consumidores llevan años enarbolando una denuncia que no termina de ser atajada de un modo contundente por los distintos entes sociales y económicos: la erotización de la infancia es una tendencia de la que se tiene constancia desde hace dos décadas y, pese a su gravedad, no hace más que agudizarse y expandirse a nuevos y fértiles feudos.
La denuncia hecha efectiva por la asociación de consumo Facua hace una semana contra la cadena de hipermercados Carrefour, por la comercialización de un biquini para niñas con relleno en el sujetador (foam) y la publicitación del mismo a través de una imagen hipersexualizada de una menor, ha vuelto a devolver este asunto durante unos días a la tarima pública, causando una indignación generalizada. Una prenda como ésta ya fue puesta a la venta por la cadena textil Primark hace unos años, que tuvo que encerrarla en sus almacenes por orden judicial tras el escándalo suscitado.

Sin embargo, no se trata de algo nuevo y las situaciones tienden a repetirse como en un bucle cada vez mejor asimilado por una sociedad en continua apuesta por espolear la imagen sexual de los menores. Especialmente, de las niñas.
Psicólogos infantiles alertan de que cada vez se enfrentan a más casos de niñas deprimidas o angustiadas por su deseo de adaptarse a los cánones de belleza más sexualizados de occidente: por no tener un busto voluminoso, o el rostro ideal lanzado desde medios de comunicación, producciones audiovisuales de ficción y campañas publicitarias.
La infancia parece haber acortado años, y de pronto, las preocupaciones de las niñas se asemejan más a las de adolescentes.

Sexualizados por la moda

Escándalos como el surgido por los biquinis de Carrefour y su campaña gráfica los recordamos de ocasiones anteriores. En 2007, la Comunidad de Madrid censuró una campaña de Armani Junior por "incitar al turismo sexual". En la fotografía, dos menores asiáticas exhibían sus menudas anatomías con biquinis y una inquietante ambigüedad.
En 2011, la revista Vogue realizó un arriesgado movimiento comercial al publicar una sesión de fotos de ropa de firma utilizando a niñas ataviadas como si de mujeres adultas se tratara, con un maquillaje agresivo, tacones y poses que rezumaban sensualidad. Voces críticas en el ámbito de los medios no tardaron en clamar contra un reportaje que era "un regalo para los pedófilos".
El mismo año, Moschino también desató una semana de ira contra la campaña de su perfume Oh, Lola!, para la que usó a la actriz Dakota Fanning, de 17 años entonces, en una postura tan sugerente como explícita. La menor sujetaba entre sus piernas la botella de la esencia, de un modo un tanto artificial y revelador, dejando muy poco a la imaginación.

Pero no es solo la publicidad. Los nuevos ídolos de los menores, lanzados desde el mundo de la música y, especialmente, de las series de televisión, son niñas que visten como Shakira o Beyoncé, que manejan el concepto de lo que es 'sexy' y que marcan sus incipientes curvas con orgullo.
Los casos de las cantantes e intérpretes Miley Cyrus y Selena Gomez trazan ejemplos paradigmáticos. Ambas se hicieron populares en la factoría Disney a través de las series Hannah Montana y Wizards of Waverly Place, respectivamente, y una vez acabados sus trabajos televisivos, apostaron por mantener una imagen muy ligada a la moda y a la belleza, pasando de niñas a mujeres con inusitada ansiedad -también agudizada por el problema que suelen experimentar las estrellas infantiles durante su crecimiento, que en múltiples ocasiones acaban en fracaso-.

La drástica transición de Miley Cyrus

Miley Cyrus se apresuró a protagonizar su primer posado desnuda para la revista Vanity Fair. Tenía solo 16 años y la fotografía fue toda una declaración de intenciones: la dulce Hannah Montana estaba ya muerta y enterrada. Se trató de un sagaz y engrasado movimiento de marketing para dar la vuelta a su imagen bajo la prestigiosa batuta de la fotógrafa Annie Leibovitz.

La repulsa hacia esta nueva Miley sensual y despojada de telas no tardó en llegar, pero la cantante consiguió lo que quería: saltar a la liga superior, la de las estrellas del pop de masas, sin rozar los difíciles fangos de la transición de niño a adulto.
Su caso dio lugar a que los norteamericanos, auténticos cazadores de tendencias, acuñaran el término 'tween' para identificar a un nuevo mercado comercial emergente: niños y niñas entre 8 y 13 años, demasiado maduros para ser niños, demasiado pequeños para ser adolescentes. Es este arco el más expuesto a la hipersexualización.
Concursos de belleza infantil, maquillaje empaquetado como caramelos, campañas publicitarias con niñas en poses adultos, ídolos revestidos de erotismo y referentes de mujeres adultas enganchadas a la obligación de estar perfectas desde las publicaciones femeninas añaden interferencias en la trama de la imagen de las niñas, que desde temprana a edad comienzan a preocuparse por cómo ser atractivas para los hombres, en detrimento de potenciar otro tipo de habilidades para su desarrollo personal.
Estas piezas construyen, además, el refuerzo perfecto para las ideas sexistas de inferioridad de la mujer sobre el hombre y para ligar la imagen femenina a una finalidad contemplativa, de placer y mera decoración.
La polvareda levantada hace una semana por los biquinis de Carrefour demuestran que la cuestión sigue flotando en el ambiente, y que no parece haber diques que contengan una realidad que ha empañado el crecimiento infantil abandonándolo a la suerte en sus aguas más turbias.
 http://ecodiario.eleconomista.es/sociedad/noticias/5844204/06/14/Erotizacion-de-la-infancia-la-moda-mas-peligrosa-del-siglo-XXI.html#.Kku8iHH4395K1RU

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