¿Y de qué quiero hablar hoy aparte de mi libro :-)? Pues de la felicidad y la maternidad/paternidad, ahí es nada… Y ¿Cómo salgo yo ahora con estos temas? Pues a raíz de los titulares que han ido saliendo estos días acerca de la maternidad de la periodista Samanta Villar y del libro que ha escrito sobre su experiencia.
Tengo que reconocer que al principio no le dí ninguna importancia a sus declaraciones, vale, ahora tampoco, cada uno es libre de soltar por su boquita lo que le de la gana sobretodo cuando tiene un libro que publicitar, pero poco a poco me ha ido creando un malestar que necesito canalizar. Vaya por delante que no he leído el libro así que me baso en los titulares que se han ido publicando, pero como justo estoy pasando un momento duro en lo que a maternidad se refiere por aquello de tener un bebito tan chiquitín, creo que puedo empatizar de alguna forma con ella y entenderla, o no. También y para contextualizar, la periodista convirtió la concepción (fue después de un tratamiento de reproducción asistida, no es que metiera la cámara en su dormitorio 😉 ), embarazo y parto en algo televisado por lo tanto su maternidad queda muy lejos de ser algo íntimo, con lo que la creación de controversia y los titulares polémicos son parte de la función.
Parto de la idea de que vivimos ahora mismo un momento en el que el concepto de maternidad ha pasado de considerarse un estado natural y para el que todas estamos preparadas con unos instintos súper potentes, a considerarla una especie de estado de nirvana en el que esperamos hallar la culminación de todas nuestras aspiraciones. Y hombre, ni tanto ni tan calvo…
Entre las muchas perlitas que ha ido sembrando la periodista a lo largo y ancho de los diferentes medios están frases tan demoledoras como “Tener hijos es perder calidad de vida”, “Yo no soy más feliz de lo que era antes” o “Adoro a mis hijos, pero es una relación tóxica”. Y entonces yo me digo: ¿Pero esta mujer pensaba que tiene algo que ver la calidad de vida con la maternidad? ¿Que los hijos son como una cama más grande o un sofá más cómodo? ¿O de verdad pensaba que ser madre va ligado irremediablemente a ser feliz?
Pues no, va a ser que no…
También, en mi intento por entender sus motivaciones para abordar este tema de esta forma (además del de su propia publicidad, insisto, no nos vayamos a engañar) hay que entender que sus hijos, tuvo mellizos, apenas tienen un año y eso es muy poquito tiempo para ponerse a valorar algo tan grande como es el ser madre. El primer año es duro, MUY DURO.
La felicidad, la calidad de vida o las relaciones sanas tienen una base común y es el amor, pero no cualquier amor, nada que ver con sentimentalismos, ni con angelitos rechonchos armados, ni unicornios de colores, no, con AMOR en mayúsculas que es simplemente querer el bien del otro por encima de nuestro propio bien. Uno se siente amado cuando se siente cuidado, valorado y no juzgado. Cuando para darte algo no te pide cuentas de lo que previamente ya te ha dado, cuando no hay medida, ni negociaciones, ni pactos y eso, queridas, tiene como estado supremo la maternidad porque es el dar más desinteresado que existe.
¿Y eso tiene algo que ver con la calidad de vida? Pues nada de nada de nada. Que se lo digan a mis ojeras, mis bolsas en los ojos y este estado permanente de agotamiento que arrastro.
¿Y con la felicidad? Completamente. Por eso el ser feliz es compatible con la enfermedad, con la pobreza y con las circunstancias más adversas, pero también con la maternidad, el no tener hijos y el celibato ¿amas y eres amado? Pues seguro que eres feliz en muchos momentos, por mucho que tus hijos te saquen de quicio, te despierten mil veces o ese día hayan pasado por tu casa las siete plagas.
Por eso creo que algo de razón lleva esta periodista cuando dice que tener hijos hace que pierdas calidad de vida, pues claro muchacha, claro. Duermes menos y peor, tu tiempo ha dejado de ser tuyo y desde luego que los niños no hacen caquitas de los colores del arco iris. ¿Pero tu vida no ha cambiado de rumbo para convertirse en algo más importante? Has pasado de preocuparte de ti, y solo de ti, a coger tu tiempo y emplearlo en proporcionar seguridad, amor y confianza a tus hijos, carne de tu carne. Ya solo eso llena de valor cada sacrificio. Para mí hay un momento que resume todo lo que estoy diciendo y es cuando tengo a mi hija acurrucada en mi pecho y se me queda mirando fijamente y empieza a asomarle una sonrisa en los labios, en ese momento soy todo su universo, su felicidad, su bienestar, su seguridad y su vida. Y sí, en ese momento me siento la persona más importante del mundo, porque soy necesaria, mi vida es útil y tiene un sentido ¿hay algo que nos pueda hacer más felices? Definitivamente no.
Por eso creo que esta chica anda despistada, creo que esperaba que su maternidad fuera la llave que le abriera la puerta a recibir una serie de experiencias y sensaciones como fin último, cuando es todo lo contrario, la maternidad tiene su sentido en la medida en que da, no en la medida en que recibe. El problema es que cuando esperas, pones sobre los hombros de tus hijos una carga que no les corresponde. Un hijo no viene al mundo para hacerte feliz, ni para darte bienestar, pero si es lo que estabas esperando y no lo recibes porque solo estás pensando en dormir más o en viajar más o en salir más, siempre más y más, es muy fácil transmitirle que es el objeto de tu frustración y eso es muy muy injusto. Es como lo de tener un hijo para que él pueda hacer todo lo que tu no pudiste o no fuiste capaz o para salvar tu relación de pareja y no, por Dios, qué injusticia.
Por eso entiendo en cierta manera que Samanta diga lo que dice, ¿que ahora no es más feliz que lo que era antes? Pues claro, mujer, si consideras que tu felicidad reside en la calidad de vida y en poder seguir haciendo lo que hacías, pues es bastante obvio que no eres más feliz. En lo de la relación tóxica ya ni entro porque no me he leído el libro y no encuentro ninguna razón o contexto que explique el sentido de esa frase. Esos niños no han pedido venir al mundo, tú los has traído, así que toca emplearse a fondo para darles todas las herramientas que les permitan disfrutar de su niñez sin cargas que no les corresponden y para que puedan convertirse en adultos responsables y con la confianza suficiente que proporciona el haberse educado en un hogar en el que hagan lo que hagan o piensen lo que piensen son dignos de ser amados, solo por existir y no por la felicidad o comodidad que esperan sus padres recibir de ellos.
¿Eso quiere decir que los hijos no te hacen feliz? Yo no hablo por nadie más que por mí misma y yo sí puedo decir que mis hijos me hacen feliz. Mucho, mucho. Ayer se levantó Marc y delante mío le dio los buenos días a su hermano mayor y éste le dio un abrazo, así sin más, un gesto sencillo y espontáneo que si yo no hubiera estado observando nadie se habría dado cuenta. Pues eso me hace inmensamente feliz. Hace unos días nos visitó el Ratoncito Pérez dejando a Marc tres cochecitos, él, al ver que eran tres, dio por sentado que era uno para cada uno y los repartió emocionado con sus hermanos.Tendríais que haber visto mi cara de tonta absoluta. O esta misma mañana que ha venido Álex a mi habitación y al ver a su hermana despierta se ha subido a la cama y le ha dado un beso de buenos días y le ha preguntado si había dejado dormir más a mamá, como si la chiquitina le fuera a responder. Y sí eso me hace feliz, me esponja el corazón. Porque todo eso es amor, puro amor. Lo único capaz de hacernos felices.
Etiquetas: felicidad, hijos, maternidad
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