¿Recuerdan? En 2003, el entonces secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, se refirió a Francia y Alemania como “la vieja Europa”, por sus reticencias a una solución militar en Iraq. El presidente de la Comisión Europea, Romani Prodi, no tardó en contestarle: “Los europeos no son viejos, sino sabios”.
Pues va a ser que no, señor Prodi. Seguro que los europeos son muy sabios, pero también son viejos, cada vez más viejos. ¿Cómo no van a serlo si sólo tres de cada diez hogares europeos tiene algún niño?
El Informe Familia Europea 2018, elaborado por el Instituto de Política Familiar (IPF) y presentado este martes en Bruselas, coincidiendo con el Día Internacional de la Familia, es demoledor. Cada día en Europa hay 433 nuevos jóvenes menores de 15 años, frente a las 4.766 personas que se incorporan al grupo de mayores de 65 años. Ya hay 18 millones más de mayores de 65 que de menores de 15 años.
La estadística lo dice todo: en 2016, sólo uno de casi siete personas de Europa era menor de 15 años.Y lo peor de todo es que la tendencia, lejos de corregirse, se está agravando. Justo lo contrario de lo que sucede en EEUU, Rusia y China, donde hay más jóvenes que mayores.
En Alemania la situación es aún más preocupante. Es el país con menos proporción de jóvenes: uno de cada ocho personas. En el otro extremo, Irlanda, con un joven cada cinco personas.
Así las cosas, la edad media de los europeos en 2017 alcanzó los 42,8 años, frente a los 41 de 2010, los 38 del año 2000 o los 34,5 de 1985. España, como es muy progresista, supera la media europea hasta los 43,2 años. Para que se hagan una idea de este envejecimiento, la edad media en China está en los 37,4 años, en EEUU en los 38,1 y en Rusia en los 39,6 años. Lo dicho, estamos muy avanzados.
A esto unan el aumento de la esperanza de vida, que en 2016 se situó en los 81 años, muy por encima de la esperanza de vida mundial, que en 2015 era de 71,9 años. Aquí España se lleva la medalla de oro, con 83,5 años, Italia la de plata (83,4) y Francia la de bronce (82,7).
Si esto sigue así -y no parece que nadie lo vaya a remediar- en 2050, en Europa sólo habrá un joven por cada dos mayores. Las consecuencias sociales y económicas, según el IPF, serán desastrosas: aumentarán los gastos sanitarios, habrá una reducción de las cotizaciones a la Seguridad Social, habrá menos fuerza laboral y será más mayor, con el consiguiente retraso en la jubilación. No quedará más remedio que subir los impuestos y rebajar las pensiones públicas. Todavía más.
Y a esto lo llaman progreso.
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