Veamos, pues, el pensamiento de la
célebre Shulamith Firestone. Esta nos explica que el proceso de
destrucción de la familia no se puede dar de un momento a otro, sino que
conlleva cambios paulatinos, que involucran la pedofilia. Firestone los
describe de esta forma: “Después de muchas generaciones de vida
no-familiar, nuestras estructuras psicosexuales podrán alterarse tan
radicalmente que la pareja monógama se volvería obsoleta. Sólo podemos
adivinar lo que podría reemplazarla: ¿quizás matrimonios por grupos,
grupos maritales transexuales los cuales también involucran niños
mayores? No lo sabemos”.[1]
El proyecto de Firestone es lograr una sociedad socialista donde la familia sea reemplazada por household,
una especie de hogar formado por personas que no guardan vínculo
sanguíneo. Aquí, después de “unas pocas generaciones”, se logrará que
“las relaciones entre personas de edades muy dispares se conviertan en
algo común”.[2]
Así las cosas, “si el niño puede elegir relacionarse sexualmente con
los adultos, incluso si él debe escoger su propia madre genética, no
habría razones a priori para que ella rechace los avances
sexuales, debido a que el tabú del incesto habría perdido su función.
(…) Las relaciones con niños incluirían tanto sexo genital como el niño
sea capaz de recibir -probablemente considerablemente más de lo que
ahora creemos-, porque el sexo genital ya no sería el foco central de la
relación, pues la falta de orgasmo no presentaría un problema grave. El
tabú de las relaciones adulto/niño y homosexuales desaparecerían”[3].
Pero las relaciones pedófilas tendrían dos límites, nos dice la buena
Firestone pretendiendo moderarse: el límite del consentimiento del niño
por un lado, y el límite corporal por el otro. De modo que si un hombre
adulto desea tener relaciones sexuales con una niña o niño de cuatro
años por ejemplo, sólo debe lograr su adhesión y comprobar que las
dimensiones de su vagina o ano sean penetrables. La engañifa que usa
Firestone para legitimar la pedofilia es muy evidente: pone par a par la
capacidad de elección de un niño respecto de la de un adulto, como si
ambos dispusieran de mismas cuotas de poder. Es interesante constatar
que existen reconocidos militantes y teóricos del feminismo que han sido
involucrados e incluso condenados por relacionarse sexualmente con
menores, como es el caso de Jorge Corsi.
Como queda claro, Firestone otorga gran
significancia a la legitimación de la pedofilia como parte de la
revolución socialista a la que ella busca servir. Pero no es la suya una
opinión aislada dentro del feminismo de los ’70: también la reconocida
teórica Kate Millet ha escrito que los niños deberían “expresarse a sí
mismos sexualmente, probablemente entre ellos en un principio, pero
también con adultos”.[4]
Y a la cuestión de la pedofilia, las teóricas feministas suman también
la reivindicación del incesto. Firestone, por ejemplo, recomienda que, a
los fines de que los niños no crezcan “reprimidos sexualmente”, sean
los padres quienes los inicien en su vida sexual. De hecho, recomienda
que la primera felación del niño sea practicada por su propia madre. ¿Y
es que hay manera más determinante de reventar todo vínculo familiar que
promoviendo relaciones sexuales entre adultos y niños, y entre padres e
hijos? Ella sabe, a partir de Freud, la importancia que tiene para la
cultura la represión del erotismo que presuntamente sentiría el niño
respecto de su madre; y probablemente sepa también, a partir de Claude
Lévi-Strauss, el papel que en la cultura de toda sociedad humana juega
la prohibición del incesto. En efecto, no hay forma más efectiva de
destruir la cultura y la familia que haciendo de la pedofilia y el
incesto conductas aprobables; de los ´70 a esta parte, el feminismo
radical traerá, a veces más explícitamente, otras más implícitamente,
estas horripilantes reivindicaciones dentro de su programa.
La
deconstrucción del sexo que trajo el feminismo con su tercera ola es
compatible con una deconstrucción de la categoría “edad”. ¿Si el sexo es
un dato cultural y no natural, por qué habríamos de suponer que la edad
es un dato natural y no cultural? Estas suposiciones no son exclusivas
de la década del ’70, sino que nos acompañan hasta hoy, de la mano de
muchas ideólogas del feminismo queer, como el caso de la mencionada
Butler, quien aplaude y promueve una “multiplicidad de deseos” que
incluyen la pedofilia y el incesto[5], y como el caso de Sandra Torres, quien en su libro Pornoterrorismo
anota: “Nunca me he acostado con un menor (salvo cuando yo también lo
era) y no sé desde mi experiencia cómo se debe sentir, quizás no suceda
nada malo si la mente del adulto está lo suficientemente sana o si la
del menor es lo suficientemente despierta como para canalizar las
sensaciones”.[6]
Quien al menos una pisca conozca sobre
la intelectualidad feminista podrá advertir que las autoras y los textos
mencionados no son marginales sino, más bien, todo lo contrario: se
trata de nombres de la mayor relevancia para el pensamiento feminista
contemporáneo. Y podrá saber, también, que estas mismas autoras suelen
ubicarse mucho más allá de las sanas reivindicaciones que alguna vez
tuvo el feminismo, cuando en lugar de reclamar derechos a la pedofilia,
peticionaba derechos civiles y políticos.
El correlato en la práctica está a la
vista: relevantes organizaciones feministas apoyan políticamente la
legalización de la pedofilia, como es el caso de la Asociación Feminista
Holandesa, la cual ha firmado peticiones públicas en este sentido. Gran
cantidad de organizaciones feministas tienen estrechos vínculos con la
NAMBLA (North American Man/Boy Love Association) y con el IPCE
(International Pedophile and Child Emancipation). A nivel de referentes
en el activismo feminista, sobresalen los casos de Pat Califia, Camille
Paglia, Katharina Rutschky, Luisa Velázquez Herrera y Gisela
Bleibtreu-Ehrenberg, todas ellas importantes cuadros feministas que
articulan sus demandas con la pedofilia.
Es que el actual feminismo en nada sirve a la mujer: al contrario, la niega y procura su destrucción
(tal como se hace expreso en Monique Wittig). Bajo su máscara
benevolente y bienintencionada, guarda tras de sí una estrategia
imposible de visualizar para los perezosos e idiotas útiles que
adhirieron al feminismo sin saber de qué se trataba: librar una batalla
cultural que destruya la “superestructura” que mantiene en pie el
capitalismo.
En una palabra, neomarxismo.
http://prensarepublicana.com/el-feminismo-y-su-vinculo-con-la-pedofilia-por-agustin-laje/
No se cual de las dos cosas es peor. Los extremos siempre son malos...
ResponderEliminarUn beso