El Orgullo Gay, nueva Sodoma un año más en el estercolero occidental. Por Max Romano
Como
cada año, en efecto, la carnavalada repugnante del Orgullo Gay llega a
las ciudades del mundo y concretamente a Madrid; pérdidas de aceite
continuas para llenar el centro de mamarrachos, culitos en pompa,
cuerpos musculados, obscena ropa interior rosa, trajes de payaso
marcando abdominales; una inundación de desnudez y falta de pudor
restregada en la cara e impuesta a todos, quieran o no ver este
espectáculo nauseabundo. El centro de la ciudad se convierte así en zona
off-limits para quien tenga un mínimo sentido del decoro y la
decencia pública, o simplemente pretenda evitar a sus hijos un
espectáculo nauseabundo.
No nos van a hacer comulgar con ruedas
de molino y hacernos aceptar como normalidad algo que no lo es en
absoluto. Por mucho que una parte tan grande de la población y de la
opinión general, inmensamente mediocre y aborregada, haya pasado
mentalmente por el aro demostrando, una vez más, que se puede llevar a
la gente a aceptar cualquier aberración si se tienen medios suficientes.
Y llevamos ya decenios, de campañas de propaganda en este sentido con
la complicidad del poder.
Será
necesario quizás aclarar una vez más, ante la mala fe militante y
ciertos eructos mentales disfrazados de razones, que nada tiene quien
escribe estas líneas contra los homosexuales como personas, y tampoco
piensa que se les deba maltratar por su condición. Pero jamás se puede
considerar normal, o como una normalidad más según cierta
lamentable expresión, un comportamiento que si fuese generalizado
llevaría a la extinción de la especie. Un comportamiento y unas
inclinaciones que van contra la conformación del cuerpo humano y sus
órganos sexuales. Un comportamiento y unas inclinaciones que la medicina
reconocía como patológicos y resultado de desequilibrios psicológicos,
antes de que las lobbies de la degeneración lograran imponer la doctrina
del mundo al revés.
Pero es que además, aunque uno se haya dejado convencer de que la homosexualidad es una normalidad más,
incluso aunque se mirase con simpatía a la homosexualidad y a los
homosexuales, basta tener sólo un poco de nivel para aborrecer esta
chabacanería de verano que deshonra las calles. Para sentir repugnancia
hacia esa chusma impúdica y ordinaria que vomita su vulgaridad y la
impone a los demás en ese gran bacanal de grosería y fealdad que es el Orgullo. Basta
sólo tener un mínimo sentido del buen gusto y del decoro para rechazar
instintivamente esta aberración. Independientemente de la opinión acerca
de la homosexualidad.
En verdad, esta representación de Sodoma y Gomorra
tiene el preciso significado de un arrastrarse por el fango, que
disgustaría a la mayor parte de sus propios iconos históricos, a esos
homosexuales famosos del pasado que a menudo eran hombres de cultura y
educación; probablemente se les revolvería el estómago y les repugnaría
ser asociados con semejante gente.
En verdad, esta representación de Sodoma
y Gomorra tiene el preciso significado de un arrastrarse por el fango,
que disgustaría a la mayor parte de sus propios iconos históricos, a
esos homosexuales famosos del pasado que a menudo eran hombres de
cultura y educación; probablemente se les revolvería el estómago y les
repugnaría ser asociados con semejante gente.
El poder, por tanto, quiere que pasemos
por el aro no sólo una vez sino dos. En virtud de un primer lavado de
cerebro, nos quiere imponer que aceptemos la ideología homosexualista;
en virtud de un segundo, no sólo que consideremos normal sino que veamos
con simpatía el espectáculo bochornoso en nuestras calles. Nos quiere,
en definitiva, prohibir el sentido de la estética y de la decencia, del
decoro y del pudor.
En efecto, es evidente que, si alguien rechaza el Orgullo Gay por este segundo tipo de motivos, también será acusado de homofobia.
Odioso es el apoyo sin reservas de
Ayuntamientos y Gobiernuzos Locales a este lamentable aquelarre, su
propaganda activa para fomentar la desviación y la confusión sexual, su
programa de corrupción de menores en el sistema educativo, su represión
cada vez más sofocante contra quienes se oponen a esta degeneración.
Todo ello nos dice claramente por qué clase de gente estamos gobernados,
cuál es el verdadero rostro del poder basura que nos gobierna, dirigido
entre bastidores por una secta criminal de degenerados que mueven sus
hilos en la sombra.
Y la situación sigue empeorando: la
propaganda de la lobby homosexual, que existe de manera evidentísima y
tiene una influencia enorme, ha contaminado los cerebros y ha inundado
completamente el ambiente social, año tras año y cada vez más. Hasta el
punto de que quien se opone a la ideología homosexualista cada vez está
más aislado y se le empieza a perseguir con una repugnante nueva
inquisición. El ambiente homosexualista es ya un hecho y la venenosa
atmósfera que respiramos, ya domina el discurso y por mil signos se nos
comunica que no son admitidas discrepancias, que esta mentalidad se nos
va a imponer a todos como la nueva ortodoxia.
Este cambio ha tenido lugar de manera
muy rápida, en menos de una generación, y quien tenga más de treinta
años ha podido observarlo perfectamente. El cuadro desolador que se nos
presenta hoy es el dominio aparentemente irremediable del homosexualismo
y las lobbies de la degeneración; pero no debemos olvidar jamás que las
fuerzas cuyo triunfo es tan completo son en realidad como las células
cancerosas que triunfan en un cuerpo moribundo, que todo este mundo
lleva dentro un hedor a cadáver y descomposición. Sólo los mentecatos
con la mirada vacía perdida en la hipnosis progresista, sin perspectiva
ni memoria ni recto criterio, pueden pensar que es el necesario e
irreversible progreso de la especie humana.
En muchas ciudades del mundo tienen lugar las
aberrantes marchas del orgullo, pero seguramente Madrid merece el título
de Nueva Sodoma, al menos en Europa, por el apoyo masivo y entusiasta
que las instituciones dan a esta fiesta y por la promoción activa del
homosexualismo.
En muchas ciudades del mundo tienen
lugar las aberrantes marchas del orgullo, pero seguramente Madrid merece
el título de Nueva Sodoma, al menos en Europa, por el apoyo masivo y
entusiasta que las instituciones dan a esta fiesta y por la promoción
activa del homosexualismo.
En cambio hay países que aún conservan
la dignidad y cuyas autoridades merecen al máximo encomio. Honor a los
países donde a las manifestaciones del Orgullo Gay se responde con los
cañones de agua y las porras de la policía. Honor a Rusia también, por
supuesto, que resiste a las presiones de las lobbies homosexuales y las
sodomitas instituciones internacionales con la ONU en primer lugar.
En Rusia se defiende la sociedad, la
juventud y la infancia contra la podredumbre que viene de Occidente: no
sólo cualquier conato de manifestación o propaganda homosexual es
reprimido inmediatamente, por las malas si es necesario; además les han
cortado las alas a las infames ONG apoyadas por los países occidentales,
cuyo propósito no es otro que corromper una sociedad que todavía es
fundamentalmente sana.
Honor por tanto a Rusia y a sus
gobernantes. Vergüenza para España, hundida en el fango, vergüenza para
Occidente convertido en un estercolero. Vergüenza para los despreciables
medios de Occidente, sus políticos serviles y cobardes, sus apólogos y
promotores de la homosexualidad y la ideología de género a nivel
mundial.
El poder de la lobby homosexual y de
ideología de género (que todo va unido en la misma camada maldita) es
enorme. Nos da una medida de ello, por ejemplo, que en Estados Unidos
sea cada vez más difícil encontrar abogados, y prácticamente imposible
estudios legales de prestigio, que acepten causas contra grupos
homosexuales, o pleitos que puedan incomodarlos. Para valorar el alcance
de esto, considérese que los peores criminales tienen derecho a la
mejor asistencia que puedan pagarse y encontrarán sin duda abogados que
defiendan sus intereses; pero una corriente de opinión tradicionalista,
que represente miles o millones de personas contra el poder de las
lobbies de la degeneración, no tiene el mismo acceso a la asistencia
legal que tiene cualquier ladrón a gran escala, corrupto, asesino,
violador o pedófilo.
Ni a quien escribe ni a muchos otros nos
representan estas instituciones basura que se identifican con la causa
homosexual y hacen de la promoción de la homosexualidad la línea
política del Estado. Unas instituciones ocupadas por chusma de la peor
calaña y por pusilánimes, que reciben instrucciones de la secta de
escoria humana que, a nivel mundial, lleva a cabo su proyecto de
ingeniería social. La misma secta que controla los medios de
comunicación y entretenimiento, utilizándolos para llevar el dócil y
bien reblandecido cerebro del ciudadano medio occidental donde ellos
quieren.
Cualquier persona sana y decente debe
empezar a darse cuenta de que vivimos en un estado de ocupación, que los
poderes públicos se han convertido en instrumento de fuerzas ocultas
salidas de un pantano maloliente, como si fueran monstruos de fango
pútrido que nos quieren agarrar y arrastrar por la fuerza a sus aguas
corrompidas y malsanas.
Estamos viviendo en una época de
decadencia y degeneración, permeada del el olor inconfundible de la
muerte. La verdadera lucha, la única tarea a la altura de los tiempos,
es la de mantener firmes las posiciones y poner los ojos en el futuro,
sin descender a compromisos ni aceptar el discurso de los mensajeros de
la podredumbre.
El proyecto de ingeniería social, en
efecto, es sencillamente convertir la sociedad occidental en una
alcantarilla, un receptáculo de aguas fecales, un estercolero enemigo de
la salud, la rectitud y la decencia.
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