Hasta 1975, cuando me convertí en jefe de psiquiatría del John Hopkins Hospital,
no solía compartir mis sugerencias sobre estas cuestiones. Pero cuando
se me dio autoridad sobre todos los casos en el Departamento de
Psiquiatría me di cuenta de que si era pasivo estaría eligiendo
tácitamente impulsar la cirugía de cambio de sexo en el departamento que
la había propuesto en origen, y que seguía defendiéndola.
Decidí desafiar lo que yo consideraba ser una mala dirección de la psiquiatría y exigir más información, tanto antes como después de las operaciones.
Dos "dogmas de género" a estudio
Dos cuestiones se presentaron como objetivo de estudio. Primero, quería examinar la declaración según la cual los hombres que habían sido operados de cambio de sexo habían encontrado la solución a sus muchos problemas psicológicos.
Segundo (y esto era más ambicioso), quería ver si los niños con genitales ambiguos que eran transformados quirúrgicamente en niñas y educados como tales, como afirmaba la teoría (del Hopkins), se normalizaban con facilidad en la identidad sexual que se había elegido para ellos.
Estas afirmaciones habían generado la opinión en círculos psiquiátricos
de que el "sexo" y el "género" de una persona eran cosas distintas: el
sexo estaba determinado genética y hormonalmente desde la concepción,
mientras que el género estaba modelado por la cultura mediante la acción
de la familia y otros durante la infancia.
La primera cuestión era más fácil y sólo requería que yo impulsara la
investigación continua en comportamiento sexual humano de un miembro de
la facultad que fuera un estudiante con capacidad.
El psiquiatra y psicoanalista Jon Meyer ya estaba desarrollando un método para hacer el seguimiento de adultos que habían sido operados de cambio de sexo en el Hopkins para ver en qué medida la cirugía les había ayudado.
Encontró que la mayoría de los pacientes que había localizado años
después de la cirugía estaban satisfechos con lo que habían hecho; sólo unos cuantos se arrepentían. Pero en el resto de los aspectos habían cambiado poco en lo que se refiere a sus condiciones psicológicas. Seguían teniendo los mismos problemas
que antes con las relaciones, el trabajo y las emociones. La esperanza
que tenían de superar sus dificultades emocionales para mejorar
psicológicamente no se había cumplido.
Arreglar sus mentes, no sus genitales
Leímos los resultados como demostración de que del mismo modo que estos
hombres disfrutaban del travestismo antes de la operación, después de
ella les gustaba vivir en el sexo opuesto, pero no se sentían mejor en su integración psicológica ni la vivían mejor.
Con estos hechos en la mano llegué a la conclusión de que el Hopkins estaba fundamentalmente colaborando con una enfermedad mental.
Pensé que nosotros, los psiquiatras, teníamos que concentrarnos en intentar arreglar sus mentes y no sus genitales.
¿Qué lleva a pedir el cambio de sexo quirúrgico?
Gracias a su investigación, el Dr. Meyer pudo dar algo de sentido a los
trastornos mentales que estaban llevando a solicitar este tratamiento
inusual y radical. La mayoría de los casos cayeron dentro de uno de
estos dos grupos que menciono a continuación, bastante diferentes entre ellos.
Un grupo consistía en hombres homosexuales conflictivos y
guiados por un sentido de culpa que veían en el cambio de sexo un modo
de resolver sus conflictos sobre la homosexualidad, pues les permitiría comportarse sexualmente como mujeres con hombres.
El otro grupo -la mayoría, hombres más mayores- estaba formado por varones heterosexuales (y algunos bisexuales) que sentían gran excitación sexual al travestirse de mujeres. A medida que envejecían, estaban cada vez más deseosos de añadir verosimilitud a sus disfraces
y buscaban o se les sugería una transformación quirúrgica que incluía
implantes mamarios, amputación del pene y reconstrucción pélvica para
parecerse a una mujer.
Posteriores estudios sobre sujetos similares en los servicios de
psiquiatría del Clark Institute de Toronto identificaron a estos hombres
por la auto-excitación que sentían al imitar a mujeres seductoras sexualmente.
Muchos de ellos imaginaban que sus demostraciones podían ser excitantes también para los espectadores, sobre todo las mujeres.
Esta idea, una forma de "sexo en la cabeza" (D. H. Lawrence), era lo que provocaba su primera aventura al disfrazarse con ropa interior femenina, llevándolos después a considerar la opción quirúrgica.
La mayoría de ellos veían en las mujeres el objeto de su interés, por lo que al hablar con los psiquiatras se identificaban a sí mismos como lesbianas.
El término que con el tiempo acuñaron en Toronto para describir esta forma de mala dirección sexual fue "autoginefilia".
Autoginefilia: hombres que se excitan vistiéndose como mujeres... y
buscando gustar a mujeres; después de usar ropa de mujer, buscan un
cuerpo de mujer
De nuevo concluí que alterar quirúrgicamente el cuerpo de estas personas desgraciadas era colaborar con un trastorno mental en lugar de tratarlo.
Esta información y una mejor comprensión de lo que habíamos estado haciendo nos hizo tomar la decisión de dejar de prescribir las operaciones de cambio de sexo para adultos en el Hopkins —para
gran alivio, tengo que decirlo, de varios de nuestros cirujanos
plásticos que habían recibido orden previamente de llevar adelante este
tipo de intervención.
http://www.religionenlibertad.com/por-que-dejamos-de-hacer-operaciones-de-cambio-de-sexo--42897.htm
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