Evidencias científicas del dolor que sufre el feto al ser deliberadamente abortado
El 30 de enero de 1984, el Presidente de Estados Unidos,
Ronald Reagan, en un discurso ante los participantes de la convención de
medios de comunicación religiosos en Washington, DC, habló de muchas
cosas; pero, un comentario suyo llamó la atención de la prensa
inmediatamente: "Cuando las vidas de los niños no nacidos son
destruidas, a menudo ellos sienten dolor; un dolor que es prolongado y
desesperado".
Las afirmaciones del señor Reagan no
eran casuales ni improvisadas. Seis semanas después, el 6 de marzo de
1984, usando un lenguaje levemente distinto; pero igualmente fuerte,
volvió a abordar la misma idea terrible en los siguientes términos:
"Cuando se producen los abortos, los niños no nacidos que están siendo
destruidos frecuentemente sienten un dolor intolerable".
Como era de esperar los pro-abortistas
no podían dejar sin respuesta dichas afirmaciones. No podían darse el
lujo de que la cuestión del dolor del feto entrara al acalorado debate
entre la postura provida y la postura anti-natalista; pues, si se le
permitiera al público conocer lo que realmente sucede, este tema de por
sí cambiaría totalmente la situación. Por lo menos dejaría al
descubierto a los anti-natalistas, quitándoles el manto de "compasión"
con que se visten. Se necesitaba una acción rápida.
Al día siguiente de los primeros
comentarios del presidente, se le dio a la prensa una respuesta
"oficial". Su autor fue el Dr. Ervin Nichols, portavoz del American
College of Obstetricians and Gynecology (Colegio Estadounidense de
Obstetras y Ginecológos). La respuesta decía: "Nosotros no tenemos
conocimiento de ningun tipo de evidencia que pueda sustentar la
afirmación de que el feto siente dolor" (The New York Times, 31 de enero
de 1985). Sin embargo; más tarde, el Dr. Nichols sintió la necesidad de
retractarse parcialmente, calificando su propia afirmación original y
afirmando, según el Washington Times, en su edición del 10 de febrero de
1984, que "la forma en que se informó sobre sus opiniones era
‘parcialmente correcta'". Y agregó que él emitió su opinión en el
contexto del desarrollo de un niño no nacido durante el primer trimestre
del embarazo y probablemente el mes y medio siguientes. El Dr. Nichols
también procedió a aclarar que él no era cirujano fetal y que por lo
tanto carecía de experiencia y de conocimiento directo en ese campo.
Mientras tanto, 26 especialistas en el
campo de la fetología, incluyendo dos ex-presidentes del mismo colegio
profesional, enviaron una carta a Washington, DC, diciendo: "Señor
Presidente, al llamar la atención sobre la capacidad del feto humano
para sentir dolor, usted está respaldado por bases firmemente
establecidas". La carta continuó con una denuncia vigorosa de la
respuesta original del Dr. Nichols, que después de todo, llevaba
implícita la pregunta: ¿Está consciente el niño no nacido --no el
investigador-- del dolor?)
Otro médico, el Dr. William Hogan,
miembro del Colegio, expresó su consternación ante la afirmación del Dr.
Nichols y citó numerosas obras reconocidas de fetología, algunas de más
de veinte años de publicadas, que apoyan las afirmaciones acerca de la
existencia del dolor del feto (The New York Times, 26 de febrero de
1984).
Lo que todo esto podría significar para
el debate sobre el aborto se subraya en el artículo "Fetal Pain and
Abortion: The Medical Evidence" ("dolor del fetol y del aborto: La
evidencia médica"), de Vincent J. Collins, Steven R. Zielinski y Thomas
J. Marzen; quienes afirman que "la existencia del dolor en el feto, como
resultado del aborto, trasciende las abstracciones filosóficas y las
nomenclaturas científicas, para llegar directamente al corazón". Y luego
continúan diciendo: "...La importancia de esto radica en que mucha
gente hace juicios éticos y políticos basados en impulsos de simpatía,
que tienen poco que ver con la razón o las nociones de justicia. El
aborto es tolerado o aprobado debido, principalmente, a sentimientos de
simpatía para con la mujer embarazada; que parecieran entrar en
conflicto y anular toda evaluación del contenido moral de su conducta.
Pero, al entender el dolor del feto y reconocer su realidad, este se
contrapone al reclamo emocional de la mujer. Es cierto que la mujer
podría resultar "herida" en algún sentido si no pudiera abortar; pero,
su niño no nacido seguramente experimentará un dolor mortal al ser
abortado. Implícita en esta línea de pensamiento hay una identificación
con el feto, posición anteriormente reservada para la mujer".
¿Cómo sabemos que el feto siente dolor?
Antes de estudiar la evidencia sobre la
existencia o ausencia del dolor en el feto, podemos preguntarnos: ¿cómo
sabemos que verdaderamente se siente dolor? En el contexto de la vida
real, esta pregunta parece no tener impacto. Sabemos que el dolor existe
porque lo hemos experimentado. Sin embargo, ¿cómo sabemos que alguien
está sintiendo dolor? Usualmente, la persona que sufre dolor lo expresa.
Pero hay personas o seres que no pueden hacer esto; pues no poseen un
lenguaje conceptual. Tal es el caso de los no nacidos, los infantes y
los animales. Entonces, ¿cómo podemos saber lo que están sufriendo
cuando experimentan dolor? Algo que podemos hacer es observar cómo
reaccionan y tratar de descubrir la causa por la cual actúan de esa
manera. Muchas veces, esto es todo lo que necesitamos para descubrir lo
que se nos quiere trasmitir de manera directa y clara.
Los niños emplean una táctica muy
efectiva cuando les duele algo: el llanto. Todo aquel el que se
encuentra cerca de un niño que se queja llorando puede escuchar su
lamento. No todos los llantos tienen la misma vibración o sonido, pero
aún los que han sido padres por primera vez aprenden muy pronto a
diferenciar las distintas intencidades de los lamentos que provienen del
recién nacido. ¿Fue ese un llanto de dolor, de hambre o simplemente
busca un poco de atención? Puesto que los recién nacidos tienen tanta
necesidad de protección permanente, la naturaleza ha dotado a los padres
de una percepción especial para detectar el peligro. Estos instintos
paternales son tan sensibles a cualquier daño que pueda sufrir el niño
que, normalmente, papá y mamá fácilmente se identifican con sus hijos.
Por eso es que los padres no tienen inconvenientes en interpretar el
mensaje del llanto. En un sentido real, algo intrínsico en ellos
comunica su debida participión en la situación perturbadora en la que se
encuntran sus niños.
La situación en los animales se presenta
algo distinta. Es cierto que cuando los animales están alterados
también gimen, tiemblan y algunas veces "lloran" de una forma casi
humana. A pesar de estamos conscientes de que no son de nuestra carne y
sangre, de hecho no son siquiera de nuestra misma especie, rápidamente
nos conmovemos con un animal que sufre e inmediatamente hacemos a un
lado nuestras diferencias específicas para hacer frente al dolor. En
otras palabras, cuando aparece alguna indicación de dolor, no tenemos
problemas en reconocer que los animales merecen nuestra simpatía. Vemos
un caballo cojo lamiéndose su pata lesionada y entendemos por qué lo
hace. Observamos los brincos de un conejo, al liberar su pata quebrada
de una trampa de hierro, y podemos asegurar que el tembloroso animal
está sufriendo dolor.
Nuestra simpatía por los animales nos
mueve más lejos. No es necesario contemplar al animal sufriendo para
saber que si fuéramos víctimas del mismo daño, definitivamente
estaríamos adoloridos. La pobre ballena arponeada que hala un barco de
300 toneladas, sus pobres ballenatos aterrorizados y abandonados a morir
en el hielo son evidencia de la existencia del dolor. El hecho de que
estos animales están atormentados es indudable.
¿Cómo podemos darnos cuenta de que el feto siente dolor?
Ahora estamos listos para considerar
nuestra pregunta original: ¿Cómo podemos darnos cuenta de que el niño o
la niña que está dentro del vientre materno siente dolor?
Al igual que los recién nacidos y los
animales, los no nacidos carecen de palabras para explicarnos lo que les
ocurre. Sin embargo, tienen un lenguaje claro que es difícil de mal
interpretar. Sus acciones son elocuentes para cualquiera dispuesto a
verlas.
Pero, ¿no es ese precisamente el
problema? El vientre materno es opaco y no se puede ver al niño en su
interior. Bueno, esa era la situación antes; pues la tecnología moderna
ha enriquecido la ciencia de la fetología con unos instrumentos de
investigación maravillosos como la fibra óptica, el ultrasonido, los EKG
fetales (Electrocardiogramas), los EEG fetales (Electroencefalogramas) y
otros sofisticados instrumentos de investigación, que permiten obtener
observaciones muy exactas y claras del medio y del comportamiento del
feto. Como dijera un científico: "Hoy tenemos una ventana al vientre
materno".
¿Cuál es el resultado de esta
observación a través de la ventana al vientre materno? Sólo señalaremos
algunos ejemplos para indicar las distintas observaciones realizadas.
Cada día que pasa aprendemos algo nuevo.
1. Antes de finalizar el segundo mes del
embarazo, hay una clara respuesta del feto a los estímulos. Las ondas
del EEG revelan que el cerebro del niño no nacido está funcionando.
2. Entre la octava y la décima semana,
ya se puede detectar la actividad del tálamo, donde se encuentra el
centro del dolor. Los receptores sensoriales nerviosos están en la piel
antes de la novena semana de gestación.
3. Hacia el día 77 de vida en el vientre
materno, el niño ya puede tragar (a una velocidad que varía según el
nivel de dulce de la sustancia que esté tragando).
El Dr. Thomas Verny, autor del libro The
Secret Life of the Unborn Child ("La vida secreta del niño no nacido"),
afirma que si a la mitad del período del embarazo, (hacia la mitad del
quinto mes) se coloca una luz muy luminosa sobre el abdomen de la madre,
el resplandor inducirá al niño o la niña a mover sus manos para
protegerse los ojos. La música a alto volumen inducirá una respuesta
similar de las manos hacia las orejas. A partir de las 19 semanas de
gestación, se ha registrado el movimiento rápido de los ojos (REM por
sus siglas en inglés) con el que los investigadores miden los estados de
alerta, de dormir y los sueños. (¿De manera que los niños en el vientre
materno sueñan?)
Todo esto nos indica que, mientras más
aprenden los investigadorres sobre la vida prenatal, más se impresionan
con las conductas de vida independiente y búsqueda de preservación que
se dan en el habitante del vientre materno. Inclusive las sensaciones
desagradables leves no son bien toleradas. El valeroso pequeño responde
con movimientos defensivos y correctores asombrosos.
Si este ser exquisitamente sensible es atacado por el aborto, ¿cómo podemos saber lo que le está a punto de suceder?
Ya no tenemos que adivinar. En 1984
durante la Convención del Comité Nacional Pro-Vida en Kansas City,
Estado de Missouri, Estados Unidos, el Dr. Bernard Nathanson, un
ex-abortista que ahora dicta conferencias a favor del derecho a la vida,
mostró una película extraordinaria, un sonograma (película de
ultrasonido) de un aborto por succión. Lo que sigue es el relato de una
de las delegadas, la Sra. Sandy Ressel:
"El doctor decía: ‘La pequeña niña tiene
diez semanas de vida y es muy activa'. Podíamos verla en sus juegos
moviéndose, volviéndose, y chupándose el dedo pulgar. Podíamos ver su
pulso normal de 120 pulsaciones por minuto. Cuando el primer instrumento
tocó la pared uterina, la niña se replegó inmediatamente y su pulso
aumentó considerablemente. El cuerpo de la niña no había sido tocado por
ningún instrumento, pero ya ella sabía que algo estaba tratando de
invadir su santuario.
"Nosotros vimos con horror como,
literalmente, maltrataban y descuartizaban a este pequeño ser humano
inocente. Primero la espina dorsal, luego la pierna, pieza por pieza,
mientras la niña tenía violentas convulsiones. Vivió casi todo este
trágico proceso tratando de esquivar el intrumento cortante. Con mis
propios ojos le vi echar su cabeza hacia atrás y abrir su boca en lo que
el Dr. Nathanson llamó ‘un grito silencioso'. En una parte de estas
escenas sus pulsaciones habían llegado a más de 200 por minuto, porque
tenía miedo. Por último, fuimos testigos de la macabra silueta del
forceps que buscaba la cabeza para destrozarla y retirarla, ya que era
muy grande para pasar por el tubo de succión. Este proceso homicida tomó
de unos 12 a 15 minutos. El abortista que practicó esto lo había
filmado por curiosidad. Cuando vió la película dejó la clínica de
abortos y nunca más volvió."
El aborto por succión apenas descrito es
uno de los métodos explicados en los manuales del aborto. Otro método
es el del aborto por dilatación y evacuación, que se practica en
embarazos de más de 12 semanas. El procedimiento produce una innumerable
cantidad de heridas de cuchilla, hasta que se produzce la muerte del
bebito no nacido, y dura aproximadamente unos 10 minutos.
Para los abortos tardíos de bebitos no
nacidos de más de 14 semanas de gestación, existe un tercer método que
consiste en inyectar una solución salina hipertónica de alta
concentración dentro del saco amniótico. Un manual de obstetricia lo
describe así: "Esta solución altera la placenta, logrando la expulsión
fetal 48 horas después de la inyección de la solución".
Las siguientes declaraciones forenses
explican con más detalle el método de aborto por solución salina: "La
acción corrosiva de la solución salina quema las capas superiores de la
piel del feto. Cuando el feto es expulsado hay edema extensivo y
degeneración de las submembranas. Al dañar de esta forma la superficie
del feto, la salinidad excita los receptores del dolor y estimula los
conductos neurales del sistema nervioso central en funcionamiento
durante el curso del aborto y hasta el momento de la muerte del feto."
Finalmente, toda duda sobre la
existencia de dolor intenso producido por el método de aborto por
solución salina desaparece cuando vemos cómo en los manuales sobre el
aborto se advierte a los médicos no dejar que ni siquiera unas gotas de
la solución salina entren en contacto con los tejidos maternos, porque
le producirían un "intenso y severo dolor". Esta es la misma solución en
la cual el bebé nada y la cual traga durante dos horas hasta que se
produce la muerte.
Otro procedimiento que se utiliza para
practicar abortos tardíos es la inyección de prostaglandinas. Estas son
unas potentes sustancias químicas que comprimen los vasos sanguíneos e
impiden el funcionamiento normal del corazón. ¿Sentirá dolor el feto
durante este procedimiento? No tenemos forma directa de saberlo. Sin
embargo, podemos preguntarle a un paciente con angina de pecho. Este
tipo de pacientes sufre espasmos agudos en el pecho porque algunos de
sus vasos sanguíneos están comprimidos. Parece razonable suponer que
igualmente doloroso es la contracción de los diminutos vasos sanguíneos
del bebé no nacido. También podríamos hacer estas preguntas a alguien
que haya sobrevivido a un ataque cardiáco: ¿Cómo se siente? ¿Duele?
(Nota de Vida Humana Internacional: Los médicos pro-vida usan, sin
intenciones abortivas, las prostaglandinas para la inducción de trabajo
de parto en casos en los que hay necesidad de hacerlo, y no se reportan
muertes fetales por esa causa, siendo considerado un método adecuado
para esos fines. Todo consiste en vigilar la actividad uterina y
mantenerla en límites normales.)
Otro efecto intencional de este químico
es inducir el parto de un bebé que nace muerto. Con este método, el
infante muere muy lentamente, quizás al cabo de dos días, a causa de
complicaciones cardiovasculares. Aunque se supone que la muerte debe
ocurrir dentro del vientre materno y usualmente así ocurre, algunas
veces el niño nace con vida. Probablemente su vida será muy corta,
porque lo que no pudo la violencia dentro del vientre materno, la no tan
benevolente negligencia externa lo logrará: el pequeño no contará con
la asistencia o ayuda del personal médico entrenado que está presente en
la sala.
Escuchando el "grito silencioso"
Este punto nos trae a nuestra
consideración final. No olvidemos las palabras del académico John
Noonan, en su libro New Perpectives on Human Abortion ("Nuevas
perspectivas sobre el aborto en los seres humanos"), Aletheia Books,
University Publications of America, Inc., donde se nos recuerda el
trauma que ocurre en todos los abortos:
En esa obra, Noonan dice:
"Independientemente del método que se utilice, los niños están sufriendo
el peor de los males corporales, el final de sus vidas. Están pasando
por la agonía mortal. A pesar de su precaria existencia, de sus
limitadas capacidades cognitivas y de sus rudimentarias sensaciones,
están experimentando la desintegración de su ser y la terminación de sus
capacidades vitales. Esta experiencia en sí es dolorosa".
Y continúa diciendo: "No hay leyes que
regulen el sufrimiento de los abortados, aunque sí las hay para mitigar
el dolor de los animales... Es un signo, no de error o debilidad, sino
de compasión cristiana el amar a los animales. ¿Podrán aquellos que se
sienten conmovidos por la ballena arponeada, sentir compasión por el
niño impregnado de solución salina...? Todo nuestro conocimiento del
dolor ajeno es por simpatía, pues no sentimos el dolor de otros. Es por
eso que el dolor ajeno es tan tolerable para nosotros. Pero si nos
identificamos con los que sufren, ¿podremos sentir algo de lo
intolerable".
El señor Adrian Lee, columnista del
diario Philadelphia Daily News, concuerda con el profesor Noonan: "El
debate sobre el aborto ya no volverá a ser el mismo.... Las distinciones
entre la vida y la vida potencial tienden a ser abstractas... pero, al
hablar del dolor surge la imagen del niño indefenso, rodeado de
cuchillas quirúrgicas tormentosas y soluciones (salinas) en el lugar
donde se supone que esté más seguro: el vientre materno. Al abortista
inyectar la solución que quema la piel del niño, realmente despelleja al
feto en vida, ¿quién no reacciona?" (Philadelphia Daily News, 6 de
marzo de 1984).
Existe la aterradora posibilidad de que
el profesor Noonan y el señor Lee sean muy optimistas. Con tristeza nos
percatamos que podría haber gente que no reacciona a nada de esto. ¿Por
qué? Porque irónicamente es demasiado "doloroso" para ellos pensar en
estos asuntos. Por eso miran hacia otro lado, pretendiendo que estos
horrores no están sucediendo en nuestro mundo.
Nos viene a la mente una comparación. En
1966, el Dr. Fredric Wetham escribió un libro titulado A Sign for Cain
("Una señal para Caín"), que fue publicado originalmente en inglés por
Ligouri Publications (Box 060, Ligouri, Missouri, 63057, USA), y que
documenta el programa de eutanasia realizado por médicos alemanes desde
1939 hasta 1945. Aunque actualmente este libro está agotado, algunas
secciones de los capítulos 8 y 9 están disponibles en The German
Euthanasia Program: Excerpts from A Sign for Cain ("El programa alemán
de eutanasia: Fragmentos de ‘Una señal para Caín'"), Cincinnati: Hayes
Publishing Company, 1978. (Para obtener esta publicación, diríjase a
Hayes Publishing Company, 6304 Hamilton Avenue, Cincinnati, OH45224.) En
el capítulo 8 del libro original, que se encuentra parcialmente en esta
publicación apenas mencionada, se encuentra el siguiente párrafo:
"Tenemos una propensión a pensar en los
campos de concentración como sitios cerrados, con unos cuantos edificios
rodeados por cercas de alambre de púas y ubicados en sitios aislados.
En realidad eran barracas, muchos edificios, grandes instalaciones
industriales, fábricas, estaciones ferroviarias....Todos estos agregados
cubrían extensos territorios e involucraban extensas redes de
comunicació. Estas ramificaciones por sí solas demuestran lo absurdo que
es afirmar y creer que la población no sabía nada sobre ellos. Estos
campos eran centro del interés público. Miles de personas en los campos y
en la población en general tenían contactos laborales con ellos"
(página 10).
¿Cuántos miles de personas están
involucradas en el negocio multimillonario de la industria del aborto?
¿Podemos pretender que no sabemos lo que sucede en nuestro país? ¿Quién
no ha escuchado los debates en el Congreso, las cortes y las cámaras
estatales? Cuando diariamente camino al trabajo, paso frente a lindos y
aseados edificios que eufemísticamente se llaman "Centro de Salud
Femenina" o "Clínica de Reproducción Familiar", pero que en realidad son
clínicas de abortos. ¿Podemos fingir ignorar lo que realmente se está
haciendo en ellos?
Una cosa es cierta, el aborto es un baño
de sangre acompañado de dolor, y continuará mientras sigamos ignorando
esta realidad. Si desviamos nuestra mirada a lo que ocurre en este
océano de sufrimiento, si rehusamos reconocer la atrocidad que se
cometen con las 1,5 millones de pequeñas víctimas del aborto quirúrgico
cada año (un aborto cada 21 segundos en Estados Unidos), si tapamos
nuestros oídos a todos esos "gritos silenciosos"que emanan del vientre
de la madre, ¿sería entonces posible podremos afirmar que somos seres
humanos con compasión por los demás? Si sabemos todo esto y no hacemos
nada para evitarlo, ¿cómo podemos llamarnos civilizados? Pero, en el
fondo, lo que digamos de nosotros mismos no tiene mucha importancia; más
bien lo importante es: ¿Qué excusa daremos ante el Tribunal de Dios?
Este artículo es la traducción de
una parte del informe titulado "Fetal Pain and Abortion: The Medical
Evidence", publicado por AUL Studies in Law & Medicine, No.18,
Copyright 1984, Americans United for Life, 343 S. Dearborn Street, Suite
1804, Chicago, IL 60604. Se reproduce con la autorización de los
autores.
Por los doctores:
Vincent J. Collins y
Vincent J. Collins y
Steven R.Zielinski y el abogado
Thomas J. Marzen, Esq.
hola susana cielo uf que fuerte me gustaria corazón un alguito diferente, feliz comienzo de año besitosssss
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